La lucha biológica es una realidad en los cultivos hortícolas de Almería, así como también lo son las distintas prácticas que contribuyen a la implantación de este método natural para acabar con las plagas en los invernaderos. Las trampas de luz o ‘Insectocutores’, constituyen una de estas habilidades empleadas en la provincia para atraer y atrapar a las polillas y orugas que afectan a la producción de judías verdes, donde suelen provocar muchos daños, pimientos y pepinos. “La utilización de estas trampas de luz aportan una ventaja fundamental y es que al ser un uso que atrae a la plaga, cualquier método de lucha puede hacerse localizado en la zona donde se encuentra la trampa, por tanto, lo correcto es focalizar el tratamiento a la zona de la trampa y sus cercanías, evitando tratamientos generalizados en la totalidad del invernadero”, explica Gerardo Romero, Director Técnico de Agrocolor. Las trampas de luz son unas cajas metálicas con unas rejillas en las caras, dentro llevan dos barras de luz que son dos resistencias y debajo una bandeja donde se recogen los insectos que son atrapados. En estas bandejas también se suelen colocar sustancias pegajosas para que los insectos se queden pegados. Se usan cuatro por hectárea colgándose medio metro por encima del cultivo justo encima de las copas de las plantas, aunque su empleo depende de las estructuras de los invernaderos. Se deben colocar por donde posiblemente puedan entrar, en ventanas, ventilaciones, etcétera, y siempre en invernaderos bien cerrados para no correr el riesgo de atraer a las polillas de fuera del invernadero. Son trampas que se activan cuando hay poca luz en los invernaderos, convirtiéndose en un foco de atracción de polillas y orugas. Se suele emplear junto a placas pegajosas o trampas cromotrópicas, donde se concentran las polillas. “Las orugas no se conocen como vectores de ningún virus pero si provocan graves daños en los cultivos y son una plaga a tener en cuenta”, piensa Gerardo Romero.