Los sustratos se clasifican en orgánicos como la turba, que puede ser turba rubia, tuba de cañota y turba negra, el mantillo que son residuos orgánicos de composición variable y tamaño de partículas heterogéneo procedente de las capas superficiales de los bosques, residuos de madera, como serrín, compost de cortezas, virutas de pino, etc. Los residuos de lana, orujo de uva, orujo de aceituna, cascarilla de arroz, entre otros, también forman parte de los sustratos orgánicos. Por otra parte, encontramos los sustratos inorgánicos como arcilla que proporciona reservas de agua y nutrientes al sustrato, arena que reduce la porosidad del medio de cultivo, arcilla expandida aumentando la aireación del sustrato, vermiculita que acumula y libera grandes cantidades de agua y perlita que se emplea como mejorante de la estructura del sustrato. También hay sustratos que proceden de productos sintéticos como son el poliestireno expandido, la resina expandida de urea-formaldehido. PREPARACIÓN DEL SUSTRATO Para la preparación del sustrato debe ser, si necesita sobre todo cantidades grandes, una fórmula simple, porque el empleo de muchos componentes aumenta los riesgos de una mezcla defectuosa mal manipulada. Asimismo, la composición del sustrato cambia bastante según los materiales que se encuentren disponibles, las necesidades de los cultivos y el modo en que el sustrato vaya a ser utilizado. La mayor parte del área de cultivo protegido mediterráneo, se practica a lo largo de la zona costera, donde es más frecuente encontrar suelos de textura arenosa. Las deficiencias físicas de estos suelos son por lo tanto su alta permeabilidad y su baja capacidad de retención del agua. Sin embargo los suelos arenosos presentan ciertas ventajas ya que, se calientan con rapidez, son fáciles de trabajar, no interfieren mucho en las relaciones raíz-agua-suelo, nunca acumulan exceso de humedad y pueden resultar más sanos frente a algunas enfermedades. En el cultivo protegido no es suficiente la práctica de las técnicas agronómicas más corrientes, el suelo necesita una preparación y un manejo especiales como son un enriquecimiento con materia orgánica para mejorar la textura y otras características relacionadas con ellas, regulación de las condiciones de nutrición, alcalinidad y salinidad y una regulación de las condiciones biológicas para limitar la aparición de plagas y enfermedades en el suelo. Como resultado de ello los horticultores tienen que recurrir a otros materiales tales como los subproductos de la agricultura para mejorar el suelo de sus cultivos. Existen técnicas locales que resultan eficaces como el ‘enarenado’ practicado en el sur de España, Almería, Murcia y Málaga, que consiste en colocar el sustrato de cultivo del siguiente modo desde abajo hacia arriba una capa impermeable arcillosa de treinta a cuarenta centímetros, una capa de estiércol de uno a dos centímetros y por último una capa de arena de diez a doce centímetros. ir a cultivos sin suelo