La empresa ‘Agrovalor’ se dedica a buscar una utilidad a los productos rechazados por las cooperativas hortofrutícolas. Su objetivo es aprovechar los tomates destríos como vitaminas o tomate triturado, lejos de emplearlos como abonos o compostajes, finalidad que se le ha dado tradicionalmente. El tomate que acompaña las ensaladas o simplemente está en los congeladores de las grandes superficies, y que posteriormente llega a nuestra mesa, es el que reúne las mejores condiciones: tiene que tener un determinado color, textura, tamaño, peso, etc.Todos estos requisitos son criterios homogéneos que fijan las cooperativas hortofrutícolas para que los tomates cumplan con los estándares que después requieren las empresas de productos frescos. De esta forma, una vez que se recolectan los tomates del campo y se dirigen a las cooperativas, un gran porcentaje de estos frutos se pierde después de la criba porque, por ejemplo, esta demasiado maduro o porque su color o forma no son atractivos. Casi el 8% de los tomates acaba siendo desechado desde las cooperativas para el consumo en fresco y, por ello, se convierte en productos destríos. El destrío es el estado en el que se encuentra un fruto no apto para la comercialización por efecto de magulladuras, tamaño inadecuado, podredumbre, rajado, ataque de insectos, etc. Hasta ahora, estos tomates se destinaban para la producción de abono o se vertían en vertederos controlados, incluso se llegaban a vender como alimento para animales. Pero ‘Agrovalor’, una empresa de base tecnológica (EBT) ubicada en El Puerto de Santa María y especializada en la gestión y el reciclado de residuos, ha comprobado que estos productos que las cooperativas habitualmente rechazan tienen aún valor en el mercado.