Para algunos pasados de peso que le tienen respeto a las dieto- terapias o a regímenes dietéticos aplicados por inspiración, ya sean el de la Luna o el de la sopa de vegetales, vale salir en defensa de la Macrobiótica, un estilo de vida sustentado en la alimentación sana. De reciente incorporación en Cuba, la Macrobiótica comprende alimentos no sometidos a ningún tratamiento químico, sino incluye la ingestión de cereales integrales, legumbres, hortalizas y algas marinas. Según sus propulsores, la clave está en ingerir alimentos seguros y lograr un balance adecuado, a tenor de comer alimentos ácidos y alcalinos, sin excluir aquellos que por sí solos o en armonía con otros forman un medio corporal neutro, cuyo ph se acerque al de la sangre (7,4). En la dieta macrobiótica no pueden faltar los cinco sabores básicos: salado, ácido, amargo, dulce y picante, para considerarse un menú equilibrado, pues cada uno le comunica energía a los órganos vitales del cuerpo: al riñón, el hígado, el corazón, el vaso-páncreas y el pulmón. Auspiciado en primera instancia por un grupo de especialistas italianos y apoyado por el Ministerio de Salud Pública cubano, se realizaron los primeros ensayos clínicos con cinco pacientes diabéticos, cifra que hoy se eleva a más de mil 200 que recibieron los beneficios de este sistema de vida en el Instituto Finlay.