Nos referimos a un sistema de cultivos sin suelo, con la cualidad añadida de que es de tipo recirculante. Esto implica que necesita de seguimiento más meticuloso que en los sistemas habituales y requiere de mayores conocimientos técnicos. Implica un cambio de mentalidad, si bien las ventajas desde el punto de vista productivo son evidentes, además de las ambientales ya citadas. Normalmente los sistemas de cultivos sin suelo suelen implicar mayores rendimientos productivos, si bien requieren una mayor atención por parte de los agricultores, aunque, dentro de los sistemas sin suelo, los recirculantes necesitan de un esfuerzo aún mayor. Este sistema permite la producción de las mismas variedades que en los cultivos con suelo, si bien la dificultad de éstas es pareja en los cultivos sin suelo. Urrestarazu habla de la denominada “curva de aprendizaje”, lo que indica que a algunos agricultores les resulta más fácil su instauración si previamente han utilizado cultivos sin suelo con lana de roca antes de pasar a sistemas recirculantes, o comenzar con cultivos más sencillos como lechuga o tomate. Para los agricultores, de cara a optar por la implantación de este modelo de cultivo, la clave está, según el profesor de la Universidad de Almería, en realizar un balance entre el consumo energético en fertirrigación y el coste de los fertilizantes. Factores como la subida del precio del agua o la imposición de estrictos controles ambientales pueden ser determinantes para la adopción de este modelo, que puede requerir una elevada calidad de agua.