La idea pertenecía al periodista, escritor y también inventor Alberto Vázquez Figueroa, que poco después vio cómo el Ejecutivo daba carpetazo a su proyecto. Una década después, y cansado de pelear contra todo y contra todos, afirma que "la pelota está ahora en su tejado", el de los agricultores, que son los que deben luchar por conseguir un precio adecuado.

Pregunta.- Usted patentó en 1995 la Planta de Desalinización por Presión Natural, que luego evolucionó hacia una desaladora reversible, capaz de desalar agua a un coste mínimo, ¿no es así?
Respuesta.- Efectivamente. El precio del metro cúbico del agua era muy bajo porque la planta, en realidad, era una planta de reconversión de electricidad, dependiendo de los horarios La ventaja de mi sistema es que consumía energía muy barata y devolvía el 80% de esa energía en las horas de mayor consumo. Esto hacía que el agua, que, a su vez se desalaba, tuviera un coste muy barato, en torno a una décima parte de una desaladora normal. Desde que se diseñó mi desaladora hasta ahora, el coste de la energía se ha incrementado mucho. Si en aquel tiempo el precio del agua de mi desaladora suponía apenas un 10% o un 15% de una planta normal, ahora debe ser menos.

P.- La suya hubiera resultado una opción más que viable para los agricultores de Almería.
R.- Claro que sí. Además, si a mi sistema de desaladoras se le dieran subvenciones, como se le dan a otras, le garantizo que el agua saldría absolutamente gratis.

P.- ¿Dónde estuvo el problema?
R.- Estuvo en las empresas, que no quieren que se produzca agua barata, que quieren que el agua sea un producto caro. El día que las ex-ministras de Medio Ambiente, Cristina Narbona, y de Fomento, Magdalena Álvarez, decidieron que no se hiciera mi desaladora, también decidieron que había que hacer cincuenta y tantas desaladoras en la costa mediterránea, con un coste de 3.500 millones de euros. Al final, se han gastado ese dinero y sólo funcionan tres, la de Carboneras, que funciona al 12%, la de Barcelona, que está ahí por si algún día se necesita, y ahora quieren terminar la de Balanegra. Al final, el que pierde es el ciudadano y, en este caso, el agricultor de Almería.

P.- En su día, y a pesar de la negativa del Gobierno a construir su desaladora, el proyecto levantó mucha expectación en la provincia. De hecho, diferentes agentes del sector mostraron su interés y se habló, incluso, de volver a estudiar su viabilidad. En todo este tiempo, ¿alguien se ha puesto en contacto con usted para poner en marcha el proyecto?
R.- Ése es un problema de los agricultores. Si los agricultores de Almería quieren tener agua barata, y a día de hoy incluso más barata, porque la construcción de la planta, curiosamente, ahora sería más barata que en 2005, pueden contar conmigo. Yo ya he perdido en eso casi un millón de euros y ya no quiero perder más. Son ellos los que se están jugando su futuro y el de su negocio, son ellos los que deben presionar al Gobierno.

P.- ¿Cree que los agricultores estaban bien informados sobre su proyecto?
R.- Completamente. Incluso, la alcaldesa de Balanegra y el alcalde de Almería estuvieron en varias reuniones. Mire, yo ya he ido muchas veces a Almería y la conozco de memoria, ya estoy cansado. Ya no es mi problema. Yo les puedo ayudar, pero son ustedes los que tienen el daño y los que van a tener que pagar año tras año el agua a más de un euro el metro cúbico.

P.- ¿Qué cantidad de dinero se podría haber ahorrado?
R.- ¡Millones! Si se hubieran hecho este tipo de desaladoras, nada más que en electricidad, el país se hubiera ahorrado 15.000 millones de euros anuales. En reconversión, reequilibrando la curva eléctrica nacional, pero eso tampoco le interesa a las eléctricas, que quieren que la electricidad se consuma cada vez más cara.