El establecimiento de condiciones nutricionales óptimas constituye un factor determinante para la obtención de resultados en los cultivos con riegos localizados y/o de alta frecuencia. La acidez de la solución de riego es uno de los parámetros influyentes en la cantidad y calidad de la cosecha. Se admite comúnmente que el cultivo hidropónico exige un control exhaustivo del pH, olvidando que el cultivo en suelo también se beneficia de la acidificación controlada. En el caso concreto del enarenado, a medio camino entre la hidroponía y el suelo, la escasez de un complejo de intercambio catiónico potente y la práctica del riego frecuente hacen que la raíz absorba en una solución parecida a la del riego y que ha interaccionado relativamente poco con el medio. Por ello las condiciones de la solución del riego tienen un efecto directo en la nutrición.

Se olvida que uno de los principales macronutrientes es siempre anión y, por tanto, poco se beneficia del almacén del complejo: el fósforo. Sin embargo, la asimilación de micronutrientes es el proceso más afectado por el pH. Un medio ligeramente ácido induce procesos de movilización, y puede considerarse la característica edáfica más relevante en la disponibilidad de los micronutrientes.

En términos generales, la disminución del pH aumenta la disponibilidad de hierro, boro, manganeso y zinc. Se sabe que los compuestos ferrosos son solubles a valor pH inferior a 6, disminuyendo a medida que nos acercamos a 8. Es también conocido que el Boro en forma de ácido bórico es directamente absorbible, mientras que por encima de pH 7 se reduce su disponibilidad.

Puede encontrarse fósforo en todas las formas ortofosfóricas H2PO4-, HPO42- e incluso PO43-, abundando los primeros respecto a los últimos como más bajo es el pH, pero por encima de pH 7 forma compuestos con el calcio y el magnesio que lo secuestran, poniéndolo fuera del alcance de la planta. Y con él queda fuera del alcance también el calcio, importantísimo en la calidad y el destrío en muchos cultivos como el tomate, y el magnesio. Calcio y fósforo constituyen abonos con un coste relevante para el cultivo.

Bajo nuestros pies, en muchas fincas, se acumulan toneladas de fósforo inmovilizado. Un fósforo que en las condiciones actuales de la agricultura intensiva debe considerarse un activo no renovable y que se ha pagado y aportado kilo a kilo. Pero que hoy es una piedra más en el campo, que difícilmente se solubilizará en la solución del suelo ni será aprovechado por el cultivo. Menos aún si el medio no tiene un pH apropiado.

En la práctica común del enarenado hay aporte de estiércol o materia orgánica, cuya mineralización dará lugar a ortofosfatos únicamente aprovechables con una solución ácida del suelo. También el carbonato y bicarbonato secuestran el calcio y el magnesio, si bien la acidificación devuelve estos iones a la disponibilidad rápidamente.

Finalmente, la volatilización origina pérdidas de nitrógeno cuando éste pasa de forma amonio a amoníaco. Este proceso se observa en suelos con pH >7, pero reviste inferior importancia ya que solo una pequeña fracción de los nitrogenados es amoniacal. También la forma de absorción puede estar influenciada por el pH, pues el amonio se absorbe más fácilmente con pH bajo.

Muchos fenómenos implicados en la nutrición están pues relacionados con el pH. Es bien conocido y popular el diagrama que muestra la disponibilidad comparada de los diferentes nutrientes (ver gráfico). Aunque hay diferentes preferencias según especie, parece que el rango 5,5-6,5 optimiza la disponibilidad de la mayor parte de ellos, habiendo estudios que definen el pH óptimo para cada cultivo.

No es posible establecer el pH de la solución de riego simplemente mediante la proporción de ácido en agua o en una solución de abonos que lo contenga. La escala de pH es logarítmica, y la adición de un ácido en agua (natural, bicarbonatada) no produce una reducción lineal del pH. Es por tanto necesario el uso de un sistema de control y sensórica que establezca la cantidad de ácido necesaria en cada momento para alcanzar y mantener el pH deseado de manera precisa.

Los equipos de fertirrigación ITC permiten establecer el pH de manera precisa en segundos y mantenerlo en consigna sin ser afectados por cambios en el caudal, presión o velocidad de la red de riego. El usuario simplemente escribe el valor pH deseado y, en segundos, el equipo alcanza el valor dosificando ácido puro directamente desde la garrafa. Esto puede conseguirse gracias a la agilidad de los algoritmos de control ITC y la precisión en la aplicación de pequeños caudales de ácido. La pieza básica del sistema es la dosificadora de control avanzado, como DOSMART, capaz de inyectar de manera precisa un amplio rango de caudales según la consigna y caudal de agua a tratar y la cual se complementa con válvula de inyección específica para este uso, además de un controlador conectado a un sensor pH inserido en la red de riego.