Las altas temperaturas prolongadas durante meses favorecen la eclosión de nuevos individuos que hacen casi imposible su control.

En este inicio de campaña estamos viviendo un episodio inusual con los insectos que habitualmente habitan en los cultivos de los invernaderos. Las plagas son persistentes y la aparición del nuevo trips hace que los virus se propaguen con más rapidez, incluso antes de que los insectos depredadores puedan hacer su trabajo preventivo. El trips del tabaco (Thrips parvispinus) se trata de un insecto originario del sureste asiático, que fue citado como presente en España (EPPO Global Data Base) en 2017 debido a su detección en planta de maceta y citrus ornamentales en el litoral Mediterráneo. Este bicho lleva de cabeza a agricultores, técnicos y profesionales de la lucha integrada por su persistencia y voracidad.

A todo esto hay sumar que tanto técnicos como agricultores tienen cada vez menos materias activas a su disposición para poder luchar contra estas plagas que tienen una virulencia letal en periodo de bonanza climática como está sucediendo en este inicio de campaña.

Resulta, cuando menos curioso, que los técnicos de la Administración legislan para todo lo que se ha de prohibir, pero nadie aporta soluciones alternativas para que se pueda seguir cultivando. Hace unos meses, los ingenieros agrónomos emitieron un comunicado en el que se quejaban de la tardanza en los registro de nuevos compuestos para poder luchar contra estas plagas. Las entidades que se dedican a hacer estos productos ven como tienen que descatalogar materias que son prohibidas, pero el mismo registro no da paso a nuevas fórmulas.

Con este panorama nos enfrentamos a una notable pérdida en la producción de vegetales para la alimentación humana y eso llevará obligatoriamente a una subida de precios por la reducción de la oferta.

Por su parte, el agricultor se verá obligado a recibir menos ingresos al ver su cosecha mermada y también correrá el peligro de subsistir.

La adaptación a los nuevos tiempos también concierne a lo que sucede en la naturaleza y son necesarios profesionales que aporten soluciones, incluso desde la propia Administración.

Si se siguen prohibiendo todos los productos fitosanitarios, parece que ese es el objetivo, cuando los agricultores solo puedan fumigar con agua, ya no será necesario que existan controladores, ni un registro de materias activas, ni nada relacionado con este asunto. A ver si tanto prohibir y no aportar soluciones termina generando en un problema mayor que la propia solución que se busca.

Con todo esto quiero poner de manifiesto que los agricultores ven día a día cómo disminuye su cosecha por los virus que transmiten los insectos y no tienen una defensa apropiada para poder evitar tal desastre.

José Antonio Gutiérrez