Atravesaron el plástico de los invernaderos como si fuera papel morado. Y hay que dar gracias a Dios que el hielo atravesó la película de la cubierta, de haber sido más pequeños hubieran quedado en la superficie y muchos más invernaderos hubieran sucumbido a su peso. Le hemos perdido el respeto a la fuerza de la naturaleza. Solo basta con dar un paseo por el entorno y ver en qué situación están los cauces y las zonas inundables del entorno. No me refiero a este o aquel municipio, simplemente lo digo de una forma general porque en cualquier sitio vemos situaciones difíciles de entender.

A modo de recordatorio baste decir que la Sierra de Gádor tiene 84.000 hectáreas de superficie con una notable inclinación generada por una altura máxima que ronda los 2.000 metros de altitud. De dicha superficie, 34.000 hectáreas vierten al Poniente almeriense desde Aguadulce hasta Balanegra.

Solamente en los municipios de El Ejido y Vícar hay un total de catorce ramblas y arroyos que vierten agua a la zona agrícola de estos pueblos.

Algunas de estas vías de evacuación de agua de lluvia son muy conocidas entre el público local porque en muchas ocasiones han podido comprobar la virulencia con la que vierten lluvia tras producirse precipitaciones torrenciales. Algunas de estas ramblas son realmente conocidas como la del Águila en Santa María del Águila, La Maleza en el mismo núcleo, la de Bernal entre los municipios de Vícar y El Ejido y así un largo etc. Es inimaginable el desastre que se puede originar si 500 o 600 litros de agua caen en la ladera sur de esta montaña en apenas horas. La cantidad de agua que puede verter esta sierra al campo almeriense es verdaderamente descomunal.

Millones y millones de litros buscando salidas que en muchos casos están taponadas por la acción del hombre o simplemente porque el matorral ha crecido en las vías fluviales y nadie lo ha limpiado.

Con un simple paseo por los cauces de estas ramblas y arroyos podemos comprobar que sus espacios se han reducido considerablemente, en algunos lugares queda apenas un tubo circular de un metro para que pase el agua. En otros hay un invernadero construido obstaculizando su paso. Por otra parte, hay zonas inundables convertidas en urbanizaciones u otro tipo de construcciones sin una salida acorde con el volumen de agua que pueda registrar en un momento dado. Estamos muy convencidos de que es casi imposible una catástrofe como las vividas en otros lugares, pero ya estamos comprobando por nosotros mismos que el cambio climático es real y fenómenos jamás antes conocidos los estamos viviendo ya y si no es así que levante la mano el primero que haya visto en El Ejido granizo como bolas de golf con anterioridad.

Con el Mediterráneo ardiendo es muy normal soportar DANA´s salvajes como la vivida la semana pasada. No hemos padecido desgracias personales, pero es evidente que los daños materiales producidos en apenas una hora de tormenta son una buena muestra de lo que puede suceder si un episodio de esta naturaleza se repite durante varios días. A ver si nos concienciamos y ponemos remedio. A toro pasado todo queda muy mal.

José Antonio Gutiérrez