El regadío debe ser sostenible en relación al medio, principalmente suelo y agua que lo ocupa. Los investigadores en necesidades de agua de los cultivos y en la automatización y modelación de la distribución y aplicación del agua de riego deben orientar al manejo sostenible de este recurso escaso. Los planteamientos indicados deben quedar enmarcados por el objetivo de conservar el medio con el respeto a la naturaleza. La modificación del régimen concesional y la aparición de los mercados del agua controlados por la Administración pública que ayudarían a una mejor redistribución de los recursos y a una mejor gestión, lo que redundaría en un ahorro efectivo del agua. La competencia por el agua entre diferentes usos se ha incrementado en los últimos años, lo que unido a la escasez de recursos hídricos, hace cada vez más necesaria una mayor justificación de las nuevas transformaciones en regadío. Especialmente, cuando se producen situaciones de alerta roja en poblaciones mientras que los regadíos derrochan o no gestionan adecuadamente el agua. La primera cuestión que debe plantearse es la existencia o no de recursos hídricos suficientes para satisfacer a la demanda de regadíos. En cualquier caso, la construcción de nuevas obras de regulación (embalses, fundamentalmente), debe someterse a estudios más ajustados en los que el impacto ambiental ocupe un papel relevante y donde se analice el coste de oportunidad frente a otras fuentes alternativas de suministro de agua. Todo ello sin olvidar la necesidad de realizar hoy día análisis económicos de rentabilidad, tanto públicos como privados, de las inversiones. El control de la demanda debe resultar ya más efectivo a la hora de equilibrar recursos y requerimientos. Se hace necesario regular la conservación del medio natural mediante la reglamentación de agro-ecosistemas equilibrados. La combinación de los intereses de la administración pública, ecologistas y agricultores (usuarios del agua y del suelo) debe lograr un compromiso conciliador. La sensibilización sobre los límites de tímidos programas reguladores, ya existentes en algunos países, es creciente. Pero no es fácil impulsar incentivos económicos acordes con la flexibilidad que conviene a la agricultura del riego y que, al mismo tiempo, cubran los objetivos ambientales. ir a uso del agua