El uso de chips o, lo que es lo mismo, la aplicación de la microelectrónica en alimentación, puede contribuir a que los productores de frutas, leche, vino y aceite puedan mejorar su calidad y garantizar la trazabilidad, obligatoria desde el 1 de enero de 2005. El Centro Nacional de Microelectrónica participa del primer gran proyecto europeo de estas características, denominado Good Food. Esta iniciativa pretende que el empleo de chips garantice que quienes cubren un espectro productivo mucho mayor y no siguen las normas de la agricultura biológica garanticen también la seguridad y calidad de sus productos. Carles Cané, investigador del Centro Nacional de Microelectrónica del CSIC, indica que no se trata de insertar chips en los alimentos, sino de organizar los procesos de maneraque puedan ser totalmente verificable, protocolizando los pasos seguidos y garantizando que todas los melones de una cesta cumplen con los mismos requisitos, algo hasta ahora imposible de asegurar. El proyecto ‘Good Food’ quiere que el consumidor acuda a su lugar de consumo o compra y siga viendo el mismo producto, con la misma apariencia, pero con una certificación según la cual aquel producto se ha seguido microelectrónicamente desde su recolección hasta la presentación final o envasado, con una serie de tests que garantizan la calidad y seguridad pretendidas.