En la cocina andalusí existen numerosas alusiones al uso de las flores a la hora de preparar o presentar un plato. El empleo culinario de las flores se remonta a la época de los romanos, los hindúes o los griegos. Las flores aportan una serie de matices de frescura y sabores inusuales que sorprenden al comensal y hacen más atractivos distintos platos, vinos y licores. Aunque se utilicen de forma decorativa, sus llamativos colores y los atractivos olores que desprenden, estimulan los sentidos. La lista de flores comestibles es muy amplia, ya que además de rosas o las conocidas flores amarillas de ribetes verdes de calabacín, se pueden convertir en protagonistas de un plato de los pétalos de rosas, claveles, malvas, azahar, lavanda, pensamientos, jazmín, crisantemos, gladiolos, violetas, amapolas o las pequeñas flores blancas de la salvia. En los países bañados por el mar Mediterráneo se conoce más el uso culinario de las flores de calabaza y calabacín, tanto de primer plato como de guarnición, rellenas, fritas, etc. Estas flores de calabacín son las más habituales, de textura delicada, dulce y con un cierto gusto a pipas de girasol. Esta flor, conocida por su nombre italiano “zuccini”, es la más utilizada en la gastronomía mexicana e italiana.