Por otro lado, la utilización de filtros fotoselectivos asociados a mallas anti-insectos en los invernaderos almerienses no ofrecen ninguna ventaja con respecto a las mallas sin estos aditivos fotoselectivos, ya que esta propiedad ha sido evaluada durante dos campañas consecutivas en mallas de cincuenta mesh para el control del TYLCV, el virus de la cuchara en tomate, por expertos del departamento de Sanidad Vegetal de la Universidad de Almería y no se ha apreciado ventaja alguna en invernadero de tipo raspa y amagado, no justificándose por tanto el mayor desembolso económico ligado a su uso. Las mallas realmente no presentan una barrera óptica en todo el espectro visual del insecto y por tanto es capaz de orientarse y pasar a su través. Por otro lado, el insecto puede penetrar involuntariamente a través de la malla arrastrado por el flujo de viento que pasa por los orificios de la malla y habría que considerar otros factores tales como la falta de hermeticidad de las estructuras, la orientación del eje principal del invernadero, el efecto protector de estructuras colindantes, etc, que explicarían la ineficiencia de la fotoselectividad en mallas anti-insectos cuando estas son utilizadas como protección de las superficies de ventilación. En los diferentes ensayos realizados por el departamento de Sanidad Vegetal de la Universidad de Almería sobre la utilización de mallas anti-insecto en función de la fotoselectividad las mallas sólo se han empleado como protección sobre las superficies de ventilación, mientras que las cubiertas de los invernaderos no son fotoselectivas. Esto quiere decir que una vez que el insecto penetra en el interior del invernadero, su capacidad de orientación y movilidad está condicionada mayoritariamente por la transmisividad espectral del film de cubierta, donde si se ha demostrado su efectividad para el control de las plagas, y no tanto por la que aportaría la malla. El interés de esto materiales queda aún por demostrar cuando se utilicen en combinación con materiales de cubierta de invernaderos también fotoselectivas, ya que el valor añadido que supone la barrera óptica en las mallas anti-insectos no estaría justificada si la eliminación espectral no se produjese en la totalidad del espacio protegido por el invernadero. Por otro lado, no ha de olvidarse la importancia aquí demostrada de la exposición de las ventanas a la entrada de insectos vectores. Las mallas se empezaron a utilizar a mediados de los ochenta en las aperturas de ventilación de los invernaderos y se hacía sobre todo para paliar las consecuencias de los vientos que sufrían los cultivo entutorados. A partir de aquí se empezó a observar que con la utilización de mallas se reducían los ataques de plagas y se pensó en la utilización de mallas como barreras físicas. La densidad de las primeras mallas fueron de 6x6, 6x8, 6x9 hilos cm-1 pero éstas no eran suficiente para controlar los insectos de menor tamaño. En Almería se comenzó a utilizar mallas de 10x16 hilos cm-1, aunque en el empleo de ésta también se llegó a la conclusión de que no cumplían con su función de barrera ante plagas. El empleo de mallas también resulta ventajosos para evitar que los polinizadores abandonen los cultivos si existen orificios en el invernadero, además, también se ha verificado que resulta beneficioso su empleo en los programas de control biológico para evitar que se escapen los insectos auxiliares introducidos. M. Belén Garre ir a investigación: materiales